Ahora que al fin se terminó este
año académico y ya puedo respirar con tranquilidad, me parece pertinente escribir
sobre un tema que ha venido llamando mi atención desde hace algún tiempo.
Como algunos sabrán, durante
varios años me mantuve persiguiendo un sueño. Un sueño que ahora, viéndolo en
retrospectiva, parece más bien una simple idea. Yo soñaba con convertirme en
dentista. Mi fascinación por la odontología era enorme (lo sigue siendo, pero
ahora la veo de otra forma). Recuerdo que en 2009 cuando me gradué de bachiller
fui a parar a la USM para inscribirme en el propedéutico que dicha carrera
exige. No había cupos disponibles, así que mi mamá terminó inscribiéndome en
Arquitectura dentro de esa misma casa de estudios. Y ustedes se preguntarán
¿por qué arquitectura? Bueno, digamos que esa carrera entraba entre las
opciones “aceptables” para mí en aquel entonces.
Al iniciar mi primer semestre, me
encontré con infinidad de trabas en todo y para todo. Recuerdo que en esa época
habían cortes de luz irregulares constantes y nunca se sabía ni cuándo ni a qué
hora serían, lo que sí sé es que convenientemente, siempre eran a las horas en
las que necesitaba hacer algún plano o una maqueta, mientras era de día todo
bien… El problema era cuando se hacía de noche, pues me era imposible trabajar.
Llegaba con las tareas incompletas a causa de esto, dormía muy poco y no
disfrutaba de lo que estaba haciendo. Mis calificaciones daban asco. Y además,
aunque mi tiempo allí fue muy poco, no tenía siquiera establecido un “grupo de
estudio”. Terminé retirándome, descubrí que nada de eso era lo mío y que debía
mantenerme enfocada en lograr lo que quería desde el principio: la odontología.
En 2010, ingresé a la UNEFA en
Mecánica Dental. Esto lo hice pensando en adquirir conocimientos relacionados a
lo que de verdad quería hacer después. Estando allí, digamos que las cosas
fluyeron un poco mejor, académicamente hablando. Realmente era buena en lo que
hacía y lo disfrutaba. En esta oportunidad, mis calificaciones resultaron ser
mejores. Logré establecer un grupo de estudio decente y si, unas cuantas buenas
amistades que hasta el sol de hoy aún conservo. Sin embargo, no todo era agradable.
Debo decir que el ambiente dentro de esa universidad no se me hacía para nada
cómodo. Cada vez que terminaba un día de clases, tenía la necesidad de irme de
inmediato, ya sea a mi casa o a cualquier otro lugar pero sencillamente, no me
sentía bien allí. Mientras realizaba mis estudios dentro de esta casa de
estudios, seguí intentando ingresar en la carrera que de verdad quería, siempre,
sin éxito.
Ya estando fuera de la UNEFA,
decidí ir una vez más a la USM. Esta vez sí tuve “suerte” y logré pre-inscribirme
en el curso propedéutico. De igual forma, como ya estaba cansada de perder
tanto tiempo persiguiendo algo que al parecer no era para mí, también me
acerqué a la UMA a pre-inscribirme para el examen de admisión. Recibí los
resultados antes de iniciar el curso y descubrí que fui admitida. Consideré la
idea de no realizar el curso propedéutico en la USM, pensando en no
desperdiciar recursos pero mis padres insistieron que en que lo intentara y así
lo hice. En resumen, y como ya algunos de ustedes saben, obviamente no fui
admitida. Lo que si debo agregar es que, a diferencia de mi pasada experiencia
dentro de la USM, esta vez no la pasé tan mal. Tuve la fortuna de compartir con
una de las amigas que hice en la UNEFA, que era también parte de mi equipo de
trabajo y además disfruté mucho de las enseñanzas de algunos profesores. Siento
que debo destacar a Rosa Pereira, porque aunque es súper estricta, aprendí muchísimo
de ella en tan poco tiempo.
¿Por qué les cuento todo esto? Pues,
es necesario para poder explicar lo que quiero expresar. Como ya mencioné, sin
ningún tipo de problemas, fui admitida en la Universidad Monteávila. ¿La
carrera? Comunicación Social. ¿Inmadurez vocacional de mi parte? No. En
realidad, fue una decisión tomada por alguien que ya estaba cansada de
desperdiciar tiempo sin lograr resultados. Decidí irme por este camino sin importar
los obstáculos que se presentaran y aquí estoy, felizmente puedo decir que
acabo de culminar mi primer año de carrera.
Debo decir que fue un año
bastante interesante. Para empezar, descubrí que no porque sientas que algo te
apasiona de verdad significa que está destinado a ser para ti. Quizás me tardé
mucho en darme cuenta o quizás me tomó el tiempo necesario. A veces tu
verdadera vocación te descubre a ti y no tú a ella. Confieso que aunque esta
carrera siempre me ha gustado por su dinamismo, jamás pensé que me enamoraría
tanto de ella. Descubrí lo feliz que me hace el poder ver la vida a través de
una cámara, descubrí una nueva forma de mirar una de las cosas que más
disfruto, las películas. Perder la noción del tiempo haciendo una tarea, ya sea
leyendo un libro o escribiendo un ensayo y no tener esa sensación de aburrimiento
infinito, no tiene precio. También descubrí que tengo algo de esa vena de escritor,
que por alguna razón había permanecido dormida hasta que llegué a mis primeras
clases de redacción. Probablemente jamás llegaré al nivel de Jorge Luis Borges
o Ernesto Sábato, pero si me gustaría llegar a escribir cosas que valgan la
pena leer.
Dentro de este lugar descubrí
nuevas facetas de mi misma. Recuerdo como en determinadas ocasiones pensé que
jamás llegaría a hacer ciertas cosas ni mucho menos que sería capaz de hacerlas
pero al final del día, resultó que si estaba en mí el poder realizarlas. También
conocí personas con las cuales me he llegado sentir bastante identificada,
personas que al hablar me dejan atónita porque siento que me escucho a mí misma.
Cosa que es fascinante, porque por lo general siento que o no pertenezco a esta
época o vengo de otro planeta, realmente es muy extraño encontrarme con
personas que coincidan en tantas cosas conmigo.
A pesar de que mi universidad es
tan pequeña como un colegio y tal vez no
siempre te encuentres con miradas de “buenos amigos” en sus alrededores, puedo
decir que no importa. En lo que a mí respecta, me basta con tan solo reunirme
con esas cinco personas con las que tuve la fortuna de encontrarme, ellos saben
quiénes son. No puedo quejarme, no solo han sido un grupo de trabajo bastante
funcional sino que también, ahora que tenemos ya casi un año de conocernos, me
atrevo a llamarlos amigos. Como todo grupo de amigos, tenemos nuestras diferencias
pero no somos conflictivos. Tratamos de hacer de toda situación un chiste…
Algunos pueden decir que estamos locos pero ¿a quién le importa? Nosotros somos
felices así.
Una de las cosas que más me ha
gustado durante este año académico es, no solo lo dinámica que es mi carrera,
sino la universidad. Me encanta como dentro de cada materia las oportunidades
de explotar la creatividad son infinitas. Desde pequeñas dramatizaciones en
clase, hasta grandes obras de teatro, contar historias a través de imágenes y
así como eso, muchas cosas más. Durante estos meses he crecido muchísimo tanto
profesional como personalmente y es tan solo mi primer año de carrera.
Es por esto que hablo de sentido
de pertenencia porque finalmente, después de tantos años, puedo decir con
certeza que siento que pertenezco a un lugar y me siento identificada con un
grupo de personas. Al fin tengo la sensación de que puedo permanecer allí sin
necesidad de salir huyendo...
Hoy estoy orgullosa de decir que
soy Umaísta J